Adictos al amor by Katherine Garbera

Adictos al amor by Katherine Garbera

autor:Katherine Garbera
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin
publicado: 2015-12-28T00:00:00+00:00


Capítulo Siete

Angelica esperó a que Paul la llamara por teléfono. Antes o después, cualquiera que hubiera hecho un trato como el que habían hecho ellos dos tenía que llamar. Angelica esperaba que la persiguiera, después de haberle dado carta blanca. Sin embargo Paul no hablaba en broma, cuando decía que su trabajo era su vida. A pesar de haber confesado que quería mantener una relación personal con ella, no daba un solo paso adelante.

Hacia el jueves, Angelica se dio cuenta de que Paul disponía de muy poco tiempo para ella. Quizá incluso no la llamara nunca. Su parte del trato consistía en enseñarle qué era preocuparse por los demás y, con un poco de suerte, qué era el amor. Pero antes tendría que enseñarle a vivir. Y no tenía ni idea de cómo empezar.

Angelica jamás había tomado la iniciativa en una relación que no fuera laboral, y se preguntaba si debía ejercitar esas mismas habilidades con Paul. ¿Respondería él del mismo modo que Rand, cuando ella le demostraba que no estaba dispuesta a echarse atrás en los negocios?

–Kelly, ¿te importaría pedirle a Rand que viniera? –pidió Angelica a su secretaria.

–Claro, jefa.

–¿Me has llamado? –preguntó Rand apareciendo en el dintel de la puerta, vestido con su uniforme habitual, un traje de Hugo Boss y una camisa de Armani, y un arco iris de corbatas de colores en la mano.

–¿Otra vez enseñando a hacer el nudo de la corbata? –preguntó Angelica, que sabía que ese era su tema favorito.

–He perdido una apuesta.

–¿Una apuesta? –repitió ella.

–Sí, aunque no lo creas. ¿Me has llamado para restregármelo por las narices?

–No, para preguntarte si nos quedan entradas libres para el partido de esta noche de los Magic contra los Lakers.

Corporate Spouses siempre compraba entradas para acontecimientos deportivos importantes, para la ópera y para los espectáculos de Broadway. Solían utilizar esos espectáculos como prueba final a superar por sus clientes.

–Más o menos. Esta noche no hay nada previsto, así que había pensado aprovecharlas yo.

–Bien, ¿te importa que me las quede?

–Sí, tú no respetas lo suficiente al equipo de Los Angeles.

–Rand, ¿conoces a esos dos tipos que estamos entrenando para ocupar tu puesto… es decir, para ayudarte? –bromeó Angelica

–Muchas cosas me dan miedo, Angelica, pero no eso. Mi hermano arregló los papeles cuando nos hicimos socios, ¿recuerdas?

–Es por una buena causa –aseguró Angelica.

–Los Lakers son mi equipo favorito.

–Vamos, el año pasado consentí en que colgaras una pancarta sobre la puerta cuando ganaron el partido de desempate, ¿te acuerdas?

–¿Para qué quieres las entradas? –preguntó Rand.

–Es personal.

–¡Oh, ho! Personal. ¿Un hombre?

–Eso no es asunto tuyo.

–Disculpa, pero no consentí en salir con Marjorie a una cita a ciegas solo por deporte. Y si no recuerdo mal, fuiste tú quien dijo que ella era perfecta para mí.

–¿Y no te gustó? –preguntó Angelica.

–Estaba bien, pero si tú puedes meterte en mi vida…

–Entonces tú también en la mía, ¿no es eso?

–Exacto –contestó Rand–. ¿Quién es él?

–Paul Sterling.

–¡Estás de broma! ¿Qué ha sido de ese lema de: «no te relaciones personalmente con ningún cliente»? –preguntó Rand.



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